EL REENCUENTRO entre velas y cempasúchil
la muerte no es el fin, es el regreso

 

¿Qué es la muerte?
¿Regresan los muertos?
¿Se convierten en ángeles...?

Por ELVIA ANDRADE BARAJAS

En México, la muerte no se esconde: se honra, se canta, se ilumina. Huele a copal y cempasúchil cada año, del 27 de octubre al 2 de noviembre, convirtiendo al país en un gran altar, para el reencuentro entre vivos y los muertos desde las chinampas de Xochimilco, los panteones de Mixquic, los altares monumentales en Paseo de la Reforma, en el Zócalo, bajo el Ángel de la Independencia hasta las canoas de Janitzio, Michoacán y más allá, la memoria florece en todo el territorio mexicano.


Cada día tiene su ritual, su aroma, su color. El copal purifica, el pan de muerto recuerda, la flor guía al alma y a partir del 27 de octubre se colocan los altares por doquier, se limpian y abre los panteones y muchos viajan a sus tierras natales para visitar las tumbas de los ancestros.


El 27 de octubre: llegan las almas de los animales.
28 de octubre: se recibe a quienes murieron en accidentes.
30 y 31 de octubre: se honra a los olvidados.
1de noviembre: es el Día de Todos los Santos, dedicado a los niños difuntos.
Y, el gran día es el 2 de noviembre: Día de los Fieles Difuntos, para los adultos.


En esta ocasión el Zócalo capitalino se vistió de gran colorido naranja con miles de cempasúchil que enmarcan las tumbas y la catrinas, destacando una de 9.5 metros, iluminada con 150 mil puntos LED.


También destaca el Festival Internacional de las Luces (FILUX) con caminos de luz y video mapping, la Feria del Cempasúchil con 140 productores de Xochimilco, Tláhuac y Tlalpan.


El Ángel de la Independencia es el panteón de la patria


Bajo el pedestal del Ángel descansan los restos de los insurgentes que dieron patria: Miguel Hidalgo, Morelos, Allende, Aldama, Matamoros, Mina, Guerrero, Bravo, Victoria, Leona Vicario, entre otros.

 


En los canales de Xochimilco, la memoria flota.


Las trajineras se convierten en altares móviles, adornadas con cempasúchil, velas y leyendas. La obra La Llorona se presenta entre niebla y canto. La Mega Ofrenda en el Deportivo Xochimilco reúne figuras monumentales de cartonería, mientras la Calavereada recorre barrios con música y dulces.


En San Andrés Mixquic, la “Alumbrada” es el corazón del rito.


Miles de velas iluminan las tumbas, mientras las familias velan con comida, rezos y música.


Este año, el Festival Internacional rinde homenaje a Colombia y recibe artistas de Guatemala, Corea del Sur y Perú. Mixquic es santuario de la memoria.


En el resto del país, el Día de los Santos Difuntos se celebra en Janitzio, Michoacán, con canoas iluminadas y cantos purépechas.


En (Xoxocotlán, Oaxaca, los pobladores realizan tapetes de arena, mezcal y comparsas.


En Huaquechula, Puebla, colocan altares monumentales de tres niveles.


En Naolinco, Veracruz, colocan alfombras de aserrín y ofrendas abiertas al público.


El Día de Muertos no es espectáculo, es resistencia simbólica.


En tiempos de violencia, simulación y olvido, este ritual reafirma la dignidad de los muertos y la fuerza de los vivos.

Janitzio, Michoacán, se convierte en un faro espiritual durante el Día de Muertos, con procesiones lacustres, altares purépechas y cantos que iluminan el lago de Pátzcuaro.
En otros estados como Oaxaca, Campeche, Puebla y Guanajuato, la muerte se celebra con rituales únicos que mezclan arte, memoria y resistencia.

 

 

 ¿Qué es la muerte?

La muerte es el cese irreversible de las funciones vitales del cuerpo, pero también es un fenómeno cultural, espiritual y simbólico que cada sociedad interpreta de forma distinta. Al morir, el cuerpo entra en un proceso físico de descomposición, mientras que muchas tradiciones creen que el alma inicia un viaje hacia otro plano.


Existen distintos tipos de muerte:

  • Muerte natural: por envejecimiento o enfermedades crónicas.
  • Muerte cerebral: pérdida irreversible de funciones del cerebro.
  • Muerte súbita: paro cardiorrespiratorio inesperado.
  • Muerte violenta: por causas externas como accidentes o homicidios.

Pero más allá de lo biológico, la muerte es también un fenómeno cultural y emocional. En muchas culturas, representa un tránsito, una transformación o un reencuentro con lo divino.
La ciencia ha documentado varios procesos físicos y neurológicos que ocurren tras la muerte:
Cambios físicos:

 

Algor mortis: el cuerpo se enfría.

  • Lividez cadavérica: la piel se torna pálida por falta de circulación.
  • Rigor mortis: el cuerpo se endurece entre 24 y 84 horas después.
  • Descomposición: los órganos se degradan y la piel adquiere tonos verdosos.

Actividad cerebral:

  • Estudios han mostrado que el cerebro puede seguir activo hasta 15 segundos después del paro cardíaco, reproduciendo ondas asociadas con la memoria y el sueño profundo.
  • Algunos pacientes que fueron reanimados tras un paro cardíaco reportaron experiencias cercanas a la muerte, como ver su vida pasar, flotar fuera del cuerpo o entrar en túneles de luz.
  • El último sentido que se pierde es el oído. Esto sugiere que las personas moribundas pueden escuchar a sus seres queridos incluso si parecen inconscientes.

 

¿Y después?


Las religiones y filosofías ofrecen distintas respuestas:

  • Cristianismo: el alma enfrenta un juicio y puede ir al cielo, purgatorio o infierno.
  • Hinduismo y budismo: la muerte es parte del ciclo de reencarnación (samsara).
  • Islam: el alma espera el día del juicio final.
  • Filosofías humanistas: la muerte es parte del ciclo natural, y el legado se conserva en la memoria colectiva.

En el Día de Muertos, México transforma esta pregunta en ritual. No se trata de saber qué pasa después, sino de honrar lo que pasó antes: la vida, los vínculos, los recuerdos. Cada altar es una respuesta simbólica a la pregunta eterna: ¿qué significa morir?

En el Día de Muertos, millones de mexicanos creen que los muertos regresan a visitar a sus seres queridos. Esta creencia no es superstición: es símbolo, consuelo y vínculo espiritual. Algunos los sienten como ángeles protectores, otros como energía cósmica que habita el viento, la luz o los sueños.

 

¿Regresan los muertos?

 

 


Sí, según la tradición mexicana, las almas de los difuntos regresan durante estos días para convivir con los vivos. Por eso se colocan altares con comida, agua, objetos personales y flores: para recibirlos con respeto y alegría.

  • El cempasúchil guía el camino con su color y aroma.
  • El copal purifica el ambiente para que el alma pueda entrar.
  • Las velas iluminan el trayecto desde el más allá.
  • El pan de muerto representa el cuerpo y el ciclo de la vida.

Esta creencia tiene raíces en las culturas mexica, maya y purépecha, que concebían la muerte como tránsito, no como final. El Mictlán, el inframundo, era solo una estación en el viaje del alma

 

¿Se convierten en ángeles?


Para muchas familias, los muertos se convierten en ángeles guardianes. Esta idea mezcla la cosmovisión indígena con la fe cristiana. Los niños fallecidos, llamados “angelitos”, son especialmente venerados el 1 de noviembre. Se les colocan juguetes, dulces y flores blancas en los altares.


En comunidades como Huaquechula (Puebla), se construyen altares monumentales de tres niveles que simbolizan el cielo, la tierra y el purgatorio. Allí, los muertos son vistos como seres de luz que interceden por los vivos.

 

 ¿Y energía cósmica?


En filosofías más contemporáneas o espirituales, la muerte no es desaparición, sino transformación. El cuerpo regresa a la tierra, pero la conciencia se disuelve en el universo. Algunos creen que los muertos se convierten en energía cósmica que habita:

  • El viento que sopla en los altares.
  • La luz que entra por la ventana.
  • El sueño que trae un mensaje.
  • El animal que aparece en silencio.

Esta visión conecta con ideas budistas, toltecas y cuánticas, donde todo está interconectado y la muerte es solo un cambio de estado.


El Día de Muertos no busca comprobar si los muertos “regresan”, sino crear el espacio para que lo hagan. Es un acto de fe, de amor y de memoria. Cada vela encendida es una invitación, cada altar es una puerta abierta. Y si no regresan físicamente, regresan en nosotros: en el recuerdo, en el legado, en el símbolo.


Muchas tradiciones espirituales creen que el alma se desprende del cuerpo al morir y viaja hacia otra dimensión, a veces descrita como luz, energía o conciencia cósmica. La ciencia no ha comprobado esta transformación, pero sí ha documentado experiencias cercanas a la muerte que sugieren una percepción de separación, túneles luminosos y paz profunda.

 

¿Qué pasa con el alma al morir?

 

 


La neurociencia considera que la conciencia está ligada al cerebro. Al morir, el cuerpo deja de funcionar y la actividad cerebral cesa.

  • Experiencias cercanas a la muerte (ECM) han documentado sensaciones como:
    • Separación del cuerpo físico
    • Viaje por túneles de luz
    • Encuentro con seres fallecidos
    • Sensación de paz y expansión
  • Estas vivencias podrían explicarse por procesos químicos en el cerebro agonizante, como la activación de la corteza visual y la liberación de endorfinas.

Desde las tradiciones espirituales:

  • Cristianismo: el alma se separa del cuerpo y enfrenta un juicio. Puede ir al cielo, purgatorio o infierno.
  • Islam: el alma espera el Día del Juicio en un estado de reposo o purificación.
  • Hinduismo: el alma (atman) es eterna y reencarna en nuevos cuerpos hasta alcanzar la liberación.
  • Budismo: no hay alma fija, sino continuidad de conciencia y karma.
  • Espiritismo y teosofía: el alma puede manifestarse como energía sutil o luz, y conservar rasgos de identidad.

 

¿Viaja al espacio como luz?

 

  • Algunas corrientes esotéricas y testimonios de ECM describen al alma como una entidad luminosa que se eleva o una conciencia que se funde con el universo.
  • El neurocirujano Eben Alexander, tras un coma profundo, relató haber visto “una entidad circular que emitía música paradisíaca” y haber viajado por un túnel de luz hacia un paisaje celestial.
  • Estas descripciones no son verificables científicamente, pero tienen valor simbólico y emocional.

La idea de que el alma se desprende y se transforma en luz es una metáfora poderosa que une ciencia, espiritualidad y consuelo. Aunque no hay evidencia empírica, millones de personas la viven como verdad emocional. En el Día de Muertos, esta creencia se convierte en ritual: cada vela encendida es una invitación, cada flor es un camino, cada altar es una puerta abierta.

 

¿Pueden los muertos comunicarse con los vivos?

 

Muchas personas creen que los muertos pueden comunicarse con los vivos como ángeles guardianes, enviando señales, protección o guía espiritual.


Aunque la ciencia no lo confirma, esta creencia está profundamente arraigada en tradiciones religiosas, espirituales y familiares.


Muchas culturas creen que los muertos pueden enviar señales: sueños, aromas, animales, objetos que aparecen misteriosamente.


En México, durante el Día de Muertos, se cree que las almas regresan a convivir con los vivos, guiadas por el aroma del cempasúchil y la luz de las velas.


En el espiritismo, se afirma que los espíritus pueden comunicarse a través de médiums, mensajes simbólicos o sensaciones emocionales.


En el cristianismo popular, los seres queridos fallecidos son vistos como protectores celestiales. Se les pide ayuda, consejo o consuelo.


Los niños fallecidos, llamados “angelitos”, son especialmente venerados el 1 de noviembre. Se cree que interceden por sus familias desde el cielo.


Algunas personas afirman sentir su presencia en momentos difíciles, como si los muertos los cuidaran desde otra dimensión.

Sin embargo, No hay evidencia empírica de que los muertos puedan comunicarse con los vivos.


Las experiencias de contacto suelen explicarse como procesos psicológicos: duelo, memoria emocional, necesidad de consuelo.


De acuerdo con estudios de la UNAM, la neurociencia reconoce que el cerebro puede generar sensaciones vívidas que se interpretan como visitas o mensajes.


Algunas filosofías creen que la conciencia no muere, sino que se transforma en energía cósmica.


Esta energía puede manifestarse en la naturaleza, en sueños o en intuiciones.


En el Día de Muertos, esta idea se convierte en ritual: cada altar es una antena simbólica, cada vela es una señal de bienvenida.


De acuerdo con La Biblia, en algunas interpretaciones, afirma que los muertos “nada saben” y no interactúan con los vivos.


También advierte contra el espiritismo y la consulta a médiums.


Sin embargo, muchas personas reinterpretan estas ideas desde el amor y la fe, creyendo que Dios permite que los muertos cuiden a sus seres queridos.


La comunicación con los muertos no es una certeza científica, pero sí una verdad emocional y simbólica para millones de personas.


En México, esta creencia se transforma en altares, flores, canciones y rituales.

No se trata de comprobar, sino de sentir.

Y si los muertos no hablan, al menos nos acompañan.

 

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